Fuente Hondera (Capileira)

25 julio 2025

Sobre el sufrimiento 5/8


Mario y Pedro trabajando

Óleo sobre tela 115x85 cm. 2023

Berto Martínez Tello


Creo que es muy interesante lo que dices sobre el sufrimiento: que se hace fuerte en la ignorancia de quién soy yo en el fondo, a través de un cinturón de creencias limitadas o erróneas (acerca de mí, de los demás, del mundo). Entiendo que estamos en el plano de la psicopatología.

Probablemente el problema es que construimos una imagen de quién somos comenzando por identificar qué es lo que no somos: Si soy hombre, no soy mujer. Si soy español, no soy coreano. Si soy profesor, no soy alumno. Si soy agnóstico, no soy creyente. Si soy humano, no soy animal. Y así comienza el error: enmascarando a nuestro conocimiento todo aquello que creemos no ser y despojándolo de valor frente a lo que nosotros creemos ser.

El engaño continúa hasta que ese cinturón de creencias nos va reduciendo a una triste sombra plana, descompuesta, sin fundamento. Porque es imposible fundamentar una existencia en el no ser.

Pero hay seres cuya sensibilidad trasciende esas fronteras. Es mucho más sencillo explicar un mundo en el que todo es blanco o negro que un mundo cuya escala cromática es ilimitada. El problema es que a quienes se salen del blanco y negro les vamos a repetir hasta la extenuación que su yo no entra en los estándares de la normalidad. Entonces, su sufrimiento es el producto de una intoxicación social.

Dices: la duda solamente puede ser el comienzo de una gran amistad con la verdad. He tatuado esta frase en mi corazón. Ya es parte de mí. Es un regalo de un valor incalculable.

Y es que la verdad nunca puede ser producto del miedo a cuestionar la norma. Me explico: si la norma es sagrada, nunca podremos trascender sus límites. Por tanto, lo único “anormal” es el dogma.

Tal vez la pregunta correcta no es quién soy yo, sino qué quiero llegar a ser.

José Luis Campos


15 julio 2025

Sobre el sufrimiento 4/8

Capileira al fondo de la sierra
Acuarela. 20x40. 2023
Berto Martínez Tello

Querido amigo José Luis, no sé qué puedo ofrecerte, que no puedas ofrecerte a ti mismo. Porque aquí, en este coloquio de amigos, hablamos de lo común, de eso que está en nosotros antes de nosotros, antes de nuestra individualidad separada, que nos acompaña continuamente, sin darnos cuenta, como la salud estando sanos o la belleza que no vemos hasta que caemos rendidos ante ella. Saberse uno eso, saborearlo, es conciencia de unidad. Ahí no cabe duda de que, por ejemplo, como dices, el sufrimiento y el dolor “no son lo que parecen ser”. ¿Y qué son? Según nuestra experiencia, son algo con lo cual podemos conocernos mejor, porque se nos impone, como la luz en los ojos; tanto el dolor como el sufrimiento serían dos grandes compañeros en esta singladura que es vivir. Por un lado, nos alertan cuando algo no va bien, nos dicen que tenemos que mirarlo, que es también mirarnos. Nos preguntan por la causa, para que no nos quedemos en los síntomas: que sufro, que me duele. Nos piden que miremos nuestro cuerpo (soma) o nuestra alma (psijé), que nos pongamos manos a la obra, a cuidarlos (cuidarlos es cuidarnos, y no otra cosa como, por ejemplo, cuidar de la imagen de lo que creemos ser). Y lo mismo hay que estar atentos a las heridas de nuestro cuerpo que a las heridas emocionales.

Por otro lado, es necesario poner aparte el sufrimiento. El sufrimiento no es el dolor; es un añadido mental al dolor: “esto no lo merezco”, “qué desgraciado soy”, “no puedo confiar en nadie”, “todo me sale mal”, “qué va a ser de mí”, y un largo etcétera en el que todos podemos reconocernos a menudo. El dolor es inevitable, el sufrimiento es evitable: se hace fuerte en la ignorancia de quién soy yo en el fondo, a través de un cinturón de creencias limitadas o erróneas (acerca de mí, de los demás, del mundo). Y esto requiere todo un trabajo filosófico de desbroce, de autoconocimiento.

¿Y la mentira? Ay, la mentira... ¡qué manera más suicida de engañarse a uno mismo! Ésta es la verdadera mentira. Pero, como dices, la mentira tampoco es lo que parece. Más que dudar, querido amigo, se trata de ver. La duda solamente puede ser el comienzo de una gran amistad con la verdad. Pues, tampoco instalarse en la duda nos saca de mucho aprieto, más bien nos consume, como una uva se pasa expuesta al sol. Más bien, la duda nos serviría para re-situarnos, apartado lo que no es (seguro, veraz, claro, distinto, como diría Descartes, el de la duda, no el dogmático), dejar paso a la comprensión, que no es un simple saber. Apartamos la vista de la oscuridad y nos dirigirnos al foco de la luz. Y cuando, así pertrechados, ponemos luz, entonces la oscuridad desaparece. ¿Y dónde está esa luz? La respuesta me parece ahora mismo muy clara: ahí, en ese “lugar” (que no es un lugar) desde donde estamos comprendiendo todo esto. Aquí y ahora. Esa conciencia que es autoconciencia. Los antiguos griegos, en general, la llamaron nous, los indúes atman, los estoicos “regente”, otros “conciencia-testigo”, pero no importan los nombres, sino la experiencia... y ahora mismo, lo estamos experimentando juntos, ¿no es verdad?

Así que ya tienes tu “Voluntad global”, dicha de otra manera. Pero todos los caminos llegan a Roma, si de verdad queremos llegar a Roma y no a otro sitio. Una voluntad transpersonal... puede ser. No importan los nombres, sino la experiencia, que podemos compartir. Porque no hablamos, claro, de experiencias subjetivas o individuales. Se vive individualmente, pero no es una experiencia individual. Si lo fuera completamente, no podríamos estar ahora mismo hablando juntos, dialogando, comunicándonos.

Nada, pues, de sinrazón, la vida es una construcción inteligente. No sería real, si no fuera inteligente. Si es, posee en sí misma su razón de ser, su valor, su realidad. Y nosotros, que nos creemos pobres seres humanos, tan solo necesitamos volver a conectarnos con esa realidad presente (esa conciencia de unidad que decíamos el otro día) para sentirnos vivos, momento a momento, como suele decir el sabio Krishnamurti. Nada es complicado desde este centro de nosotros. Todo se complica en la periferia, o digamos mejor, en la superficie de nuestra existencia cotidiana, con sus preocupaciones y conflictos, sus temores y deseos. Entonces, querido amigo, ¿es nuestro yo terriblemente insuficiente? Depende de a qué “yo” nos estemos refiriendo, ¿no es cierto? Dado que podemos experimentarnos de distintos modos y en distintos niveles. El mar puede estar embravecido en la superficie, buceamos entonces unos metros y descubrimos el mar en calma que siempre ha estado en calma. Descubrir la verdad (aletheia), decían los antiguos griegos, supone todo un trabajo para quitar lo que la cubre.

Salud es lo que te ofrezco, querido amigo, lo que me ofrezco a mí mismo. Salud para el cuerpo y salud para el alma. Que no te lo ofrezco, que ya está, que sólo la echamos de menos cuando creemos que nos falta, cuando sufrimos, viviendo ahí, dentro de esa conciencia de separatividad. Entonces: ¡salud, amigo! ¡Qué sabios que eran, los que se deseaban salud, cuando en el camino se encontraban!


Antonio Sánchez

01 julio 2025

Sobre el sufrimiento 3/8

Atardecer desde el Mulhacén
Óleo sobre madera 50 x 50 cm. 2022
Berto Martínez Tello

Me gusta este apunte final sobre la conciencia de unidad. Y me apetece tirar del hilo que me ofreces al abrazar el misterio, porque creo que misterio y duda van de la mano. No deja de ser una escapatoria plausible para quien busca el sentido de la vida y no acaba de entender qué pinta en todo esto el sufrimiento o la mentira. Quien duda, quien reconoce que no es posible comprender todo, puede plantearse que nada es lo que parece.

Por tanto, el sufrimiento y la mentira tampoco son lo que parecen ser. Reconozco que es poco bagaje para afrontar esta senda oscura, pero ahí es adonde puedo conectar con el hecho de sentir la conciencia de unidad, que no es otra cosa que la inconsistencia de la individualidad. Si yo no soy solo yo, si somos invariablemente un todo, el sufrimiento no deja de ser otra cosa que un contrapeso en un complejo sistema en el que suceden simultáneamente placer, dolor, alivio, pesar, vida o muerte.

Seguro que puedes darme algo de luz sobre todo ello. 

Era por eso que yo te planteaba la idea de una Voluntad global (no personal; no necesariamente buena o mala en un sentido humano). Una voluntad es un sistema y es una conciencia de sí, una razón de ser en sí. Lo contrario sería una sinrazón. No veo una cosmología regida por la sinrazón, ¿no te parece?

El problema es que, aunque la teoría pueda construir una estructura de pensamiento en la que colocar cada elemento de la experiencia en su lugar, el vivir se pone tozudamente complicado día a día. Necesitamos herramientas para superar la debilidad que significa afrontarlo todo desde un yo terriblemente insuficiente. Y a mí no me sirve la falacia de la egolatría, de la sumisión o del poder. Entraría en contradicción con la conciencia de unidad.

¿Qué puedes ofrecerme?


José Luis Campos