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Capileira al fondo de la sierra Acuarela. 20x40. 2023 Berto Martínez Tello |
Por otro lado, es necesario poner aparte el sufrimiento. El sufrimiento no es el dolor; es un añadido mental al dolor: “esto no lo merezco”, “qué desgraciado soy”, “no puedo confiar en nadie”, “todo me sale mal”, “qué va a ser de mí”, y un largo etcétera en el que todos podemos reconocernos a menudo. El dolor es inevitable, el sufrimiento es evitable: se hace fuerte en la ignorancia de quién soy yo en el fondo, a través de un cinturón de creencias limitadas o erróneas (acerca de mí, de los demás, del mundo). Y esto requiere todo un trabajo filosófico de desbroce, de autoconocimiento.
¿Y la mentira? Ay, la mentira... ¡qué manera más suicida de engañarse a uno mismo! Ésta es la verdadera mentira. Pero, como dices, la mentira tampoco es lo que parece. Más que dudar, querido amigo, se trata de ver. La duda solamente puede ser el comienzo de una gran amistad con la verdad. Pues, tampoco instalarse en la duda nos saca de mucho aprieto, más bien nos consume, como una uva se pasa expuesta al sol. Más bien, la duda nos serviría para re-situarnos, apartado lo que no es (seguro, veraz, claro, distinto, como diría Descartes, el de la duda, no el dogmático), dejar paso a la comprensión, que no es un simple saber. Apartamos la vista de la oscuridad y nos dirigirnos al foco de la luz. Y cuando, así pertrechados, ponemos luz, entonces la oscuridad desaparece. ¿Y dónde está esa luz? La respuesta me parece ahora mismo muy clara: ahí, en ese “lugar” (que no es un lugar) desde donde estamos comprendiendo todo esto. Aquí y ahora. Esa conciencia que es autoconciencia. Los antiguos griegos, en general, la llamaron nous, los indúes atman, los estoicos “regente”, otros “conciencia-testigo”, pero no importan los nombres, sino la experiencia... y ahora mismo, lo estamos experimentando juntos, ¿no es verdad?
Así que ya tienes tu “Voluntad global”, dicha de otra manera. Pero todos los caminos llegan a Roma, si de verdad queremos llegar a Roma y no a otro sitio. Una voluntad transpersonal... puede ser. No importan los nombres, sino la experiencia, que podemos compartir. Porque no hablamos, claro, de experiencias subjetivas o individuales. Se vive individualmente, pero no es una experiencia individual. Si lo fuera completamente, no podríamos estar ahora mismo hablando juntos, dialogando, comunicándonos.
Nada, pues, de sinrazón, la vida es una construcción inteligente. No sería real, si no fuera inteligente. Si es, posee en sí misma su razón de ser, su valor, su realidad. Y nosotros, que nos creemos pobres seres humanos, tan solo necesitamos volver a conectarnos con esa realidad presente (esa conciencia de unidad que decíamos el otro día) para sentirnos vivos, momento a momento, como suele decir el sabio Krishnamurti. Nada es complicado desde este centro de nosotros. Todo se complica en la periferia, o digamos mejor, en la superficie de nuestra existencia cotidiana, con sus preocupaciones y conflictos, sus temores y deseos. Entonces, querido amigo, ¿es nuestro yo terriblemente insuficiente? Depende de a qué “yo” nos estemos refiriendo, ¿no es cierto? Dado que podemos experimentarnos de distintos modos y en distintos niveles. El mar puede estar embravecido en la superficie, buceamos entonces unos metros y descubrimos el mar en calma que siempre ha estado en calma. Descubrir la verdad (aletheia), decían los antiguos griegos, supone todo un trabajo para quitar lo que la cubre.
Salud es lo que te ofrezco, querido amigo, lo que me ofrezco a mí mismo. Salud para el cuerpo y salud para el alma. Que no te lo ofrezco, que ya está, que sólo la echamos de menos cuando creemos que nos falta, cuando sufrimos, viviendo ahí, dentro de esa conciencia de separatividad. Entonces: ¡salud, amigo! ¡Qué sabios que eran, los que se deseaban salud, cuando en el camino se encontraban!
Antonio Sánchez
Salud!
ResponderEliminarQue bellas e interesantes palabras leo por aquí.
Sobre el sufrimiento me pregunto hasta qué punto debemos evitarlo.
Considero esencial no subordinarse a él puesto que extendido en el tiempo puede llevarte a ser no persona.
Pero en su justa medida me parece hasta sano. Te permite aflorar expectativas, motivos de frustración, deseos no realizados. Creaciones de tu mente que es sano percibir y analizar. Tratando, claro, de ser objetivo con lo subjetivo. Uno, creo, de los principales retos del que reflexiona.
Sobre la mentira se me ocurre plantear una diferencia:
La mentira que te trasmite el exterior, otros seres, otras mentes y por tanto, pienso, solo alimento para digerir, y
La automentira, esa que te justifica o que trata, engañosamente, de evitar el dolor inevitable.
¿Sería esta la verdadera mentira?
Saludos!
Nicolás Pérez
La carta está de acuerdo contigo... y así se dice en el primer párrafo: el dolor y el sufrimiento son dos grandes compañeros del hecho de estar vivos y nos ayudan a conocernos mejor y a desarrollarnos, por lo tanto, no hay que huir de ellos, sino prestarles la maxima atención; aun así tienen una naturaleza diferente, como se explica después...
EliminarEn cuanto al autoengaño, efectivamente, ¡es la auténtica mentira!
¡Qué bien que te hayas unido a estos diálogos!!! ¡Gracias, un abrazo!
Creo que para María Zambrano el sufrimiento es mucho más que un añadido mental al dolor.
ResponderEliminarNo es que el sufrimiento sea un añadido mental, sino que aparece cuando la mente interfiere en la vida con sus deseos y temores, generando pensamientos que nos alejan de la pura experiencia del dolor y nos impiden acogerlo... Quizás, María Zambrano, estaría más de acuerdo con esto... ¿Puedes copiar por aquí alguno texto suyo, breve, y así lo podemos comprobar juntos? ¡Gracias, por intervenir en este diálogo!!! ¡Un abrazo!
EliminarE l mar dentro del mar: poderosa imagen, poderosa metáfora, poderosa meditación para que alguien como yo medite.
ResponderEliminarLa vida tiene sus adentros, sus entrañas y desde ahí hay que vivir... En la superficie navegan todas nuestras cuitas, en lo profundo de nosotros, si buceamos lo suficiente, está la calma. El centro está quieto, aunque no es inmóvil, origina nuestro ser, nos viene a decir María Zambrano. Un abrazo!
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