Fuente Hondera (Capileira)

05 septiembre 2025

Sobre la democracia 1/8

 




Querido amigo,

todo parece indicar que estamos siendo testigos de una época oscura que recordaremos con incredulidad. El menosprecio por el conocimiento y el ensalzamiento de los líderes autoritarios es algo que el mundo ya ha conocido, con resultados absolutamente dramáticos. 

¿Cómo está siendo esto posible? 

Reconozco que es difícil no sentir impotencia ante una involución semejante. Uno se siente impotente cuando no detenta el poder suficiente para influir en ello, sea lo que sea el «ello». Pero, si te soy sincero, he de reconocer que mi relación con el poder nunca ha sido fluida. No me refiero al hecho de que otros detenten el poder y yo tenga que sufrir las consecuencias de esa jerarquía —porque cuando alguien tiene el poder, lo ejerce—. Me refiero al hecho de que yo nunca haya deseado disponer de esa herramienta. 

Supongo que habrá razones para explicar esa actitud, y reconozco que me aliviaría saberlas, pues no facilita las cosas el hecho de estar permanentemente bajo el yugo de individuos e instituciones palmariamente incompetentes cuya única razón de ser en esta vida ha sido justamente eso, detentar el poder.

Me pregunto —te pregunto— qué es el poder, en realidad. ¿Es posible el poder sin algún grado de sumisión o dominación? ¿Es el poder una perversión del orden natural? ¿Es compatible el poder con el apoyo mutuo? ¿Cómo garantiza su supervivencia? ¿Es inseparable el poder de la promesa de opulencia?

Sospecho que, como ferviente defensor de la cooperación, no me sentiría demasiado cómodo en una situación en la que se disfrutara de una ventaja jerárquica basada en la sumisión o la dominación, aunque fueran estas inconscientes. Solo se me ocurre una razón para que la civilización haya preferido ese esquema de relaciones: es más eficiente a la hora de tomar decisiones. Pero eso no garantiza que desde esa posición las decisiones que se tomen sean acertadas —ya no digo justas, que también—.

Lo cierto es que hay una buena razón para no pretender someter o dominar a nadie: es que de ese modo despojamos al otro de la capacidad de desarrollar su potencia, y nos negamos a nosotros mismos los posibles beneficios de contar con ella. No conozco ningún ejemplo en la naturaleza en el que las posibilidades de desarrollo de un potencial sean conculcadas sistemáticamente en favor de un debilitamiento de ese potencial en el seno de una misma especie. Porque eso solo ocurre cuando el beneficio individual se impone al colectivo.

El poder es incompatible con el apoyo mutuo. Ni siquiera el poder institucional respeta las condiciones necesarias para el apoyo mutuo. Las instituciones que lo respetan son las instituciones convivenciales. Estas no ejercen poder, sino arbitraje.

El éxito del poder está en la velocidad a la que ejecuta sus acciones y en la eterna promesa de opulencia para quien lo ejerce y quien lo apoya. Su debilidad radica en la carencia total de proceso crítico, de análisis, de mejora y, sobre todo, en prescindir del talento de los irredentos y de los sometidos.

El problema es que su derrota suele llegar con un legado incalculable de destrucción.

¿Qué podemos, qué debemos hacer, amigo mío?


José Luis Campos

3 comentarios:

  1. Pues he decir que después de escribir dos novelas sobre un personaje anarquista, sí creo en el poder. Después de meditarlo mucho, sí creo en el poder. Pero no el coercitivo, no el castrador, no el irremediable. Creo en el poder organizativo, impulsor de actividad, de emociones y de ilusiones. Y es poder y puede nacer vertical y hacerse horizontal. Ahora, claro, no es poder para una sociedad capitalista homicida como esta, ni mucho menos. Es para una sociedad igualitaria, la que hace del común de todas las cosas el impulso para dar más que para recibir y para luchar más por los demás que por uno mismo. Ahí sí hay poder: el de dejarse la vida en mejorar la vida de los demás, en conseguir que todos seamos iguales. No soy original: libertad, igualdad y fraternidad. Ya estaba dicho. Y lo suscribo. Y es poder, porque siempre hay quien no quiere la igualdad, la fraternidad, y hay que tener poder para luchar y no caer de inmediato.

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    1. Bueno, pues creo que vamos en la misma onda... y me alegra. Sigue las siguientes cartas, a ver qué te parecen... Gracias. Un abrazo!

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