Fuente Hondera (Capileira)

15 diciembre 2025

Sobre la educación 3/6

 

Tengo por costumbre utilizar la metodología periodística de las cinco preguntas cuando las cosas se complican, y vaya si me las has complicado con tu última carta. Las preguntas son muy oportunas y las objeciones brillantes.

Por eso creo que empezaré con el «quién».

La realidad esconde con frecuencia quién educa. Este es uno de los principales problemas cuando se hace una diagnosis del asunto. No quiero ni pensar en cómo se plantean los padres novatos de hoy en día la influencia de las redes sociales en sus hijos. Antes no teníamos que pensar en eso. Ya teníamos bastante con estar atentos a la televisión o al grupo de iguales, por ejemplo. Ahora incluso deben tener presente la posibilidad de que una inteligencia artificial se sume a la nómina de educadores. La influencia extrafamiliar es desproporcionada en estos momentos. 

Nadie nos enseña a ser padres. Nuestra única herramienta suele ser seguir los modelos que hemos conocido. Puede ser una herramienta útil o no; eso depende del modelo y del desempeño del imitador. 

Por otra parte, me ha interpelado seriamente tu objeción en cuanto a la idoneidad de la comunidad. Es un «quién» muy importante. ¿Qué pasa si la comunidad está descompuesta, si no habitamos lugares compartidos? Parece imposible que salga algo bueno de ahí.

Toda educación necesita conformarse bajo el imperativo de la integración. Si la educación no te integra en un ambiente favorable, no funcionará, porque necesita retroalimentarse desde un cierto nivel de éxito. La pregunta en este caso es ¿favorable a qué? Cuando alguien desarrolla conductas antisociales es porque ha recibido una educación que ha favorecido su integración en un determinado ambiente antisocial. Y en ese ambiente se ha sentido integrado. En una comunidad descompuesta es totalmente imposible integrarse.

Eso nos lleva a un escenario muy complicado: para reconstruir la educación debemos recomponer la integridad de algunos de sus más esenciales responsables. 

A este respecto veo algunas opciones. Si el instinto primero de la educación es la imitación de modelos, ¿por qué no comenzar por buscar los mejores? Hablo de modelos personales y modelos sociales. Todos podemos contribuir en esa labor rescatando de la irrelevancia a personas cuya labor está significando una inspiración y, sin embargo, son silenciadas por el sistema, o compartiendo los secretos de una comunidad exitosa como la que representa la de algunos lugares denominados «zonas azules», esos lugares en los que las personas desarrollan una larga y venturosa vida, en los que la influencia de las relaciones comunitarias de calidad es esencial.

Reconstruir el «quién» pasa también por fortalecer la resiliencia de los padres ante la educación. Del cómo ya hablaremos más adelante. Se me antoja que sería mucho más difícil «perder el norte educativo» ante actores individuales o comunitarios altamente cualificados y cohesionados. Cuando su influencia crece, las de los otros decrecen proporcionalmente. Tiempo tendremos de intentar definir qué es lo que determina las cualidades necesarias de unos padres o de una comunidad para cumplir esta misión.

José Luis Campos


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