Fuente Hondera (Capileira)

15 agosto 2025

Sobre el sufrimiento 7/8

Nono a la sombra
Óleo sobre lienzo 190 x 190 cm. 2023
Berto Martínez Tello

Querido amigo, en este preludio de las calores que han de venir todavía es posible degustar con gran placer la sal y los condimentos de los pensamientos que desgranas. Y debo decir que me gusta el punto al que hemos llegado, porque hay algo que hace años tengo muy presente. Me explico.

Sabes, porque lo hemos comentado, que uno de los pensadores que más ha contribuido a mi confortabilidad intelectual ha sido Salvador Pániker. Déjame que traiga aquí una cita suya y luego te comento.

«Más allá del ego está lo que los hindúes llaman el Testigo, es decir, el margen de libertad que contempla “desde fuera” la película de la propia vida. […] Este Testigo es el que ve el ego, pero sin identificarse con él. […] El Testigo se encuentra ya presente en cualquier estado de conciencia; solo se trata de reconocerlo. Y en eso, solo en eso, consiste la meditación.»

De la misma manera en que yo haya podido ir reconociendo la naturaleza de ese dualismo y la propia presencia del Testigo, de mi propio Testigo, también he comprendido que las atrocidades de las que son capaces tantos seres humanos solo pueden ser posibles silenciando, anulando la presencia de su Testigo.

Puede parecer contradictorio, pero cuanto más miras hacia adentro, mayor es la conciencia de conexión con lo que te rodea. Y al revés, claro, cuanto menos miras hacia adentro, mayor es la desconexión. Ese “mirar” hacia dentro que algunos reconocen en la meditación, únicamente es honesto cuando observan desde una distancia razonable cómo ese fenómeno extraordinario que es la vida se manifiesta en nuestro yo, cómo se enreda entre las luces y las sombras de una historia, una personalidad, una proyección de futuro. Cómo se manifiesta en la interacción de un instante preciso; cuando respiramos, cuando acariciamos, cuando observamos lo que está fuera de ese yo.

Pero ¿qué pasa cuando se ahoga la presencia del Testigo? Pues sucede que nos desconectamos de la vida y que sentimos intensamente la ausencia, la desorientación. De este modo entra en nuestras conciencias la presencia de la “autoridad”, que no deja de ser un sustituto externo de nuestro Testigo. La autoridad dicta el camino, elimina incertidumbre y se cobra sus servicios arrendando a precio de saldo la esencia de nuestras vidas. Lo que queda tras esa explotación son migajas. Tanto vale si hablamos de autoridad política, religiosa o la que fuere.

Para llegar a ser el que se es hay que despojarse de esa relación parasitaria, y eso da mucho miedo. Quizá la única manera de conseguirlo es evitando que la relación entre el ego y el Testigo se rompa, y eso significa proteger desde la infancia los instintos naturales. Evidentemente las autoridades no están interesadas en que esto suceda, por eso están obsesionadas en controlar la educación.

Pero el Testigo no muere. Languidece, se esconde detrás de las sombras de una vida desdibujada, pero sigue ahí. Quizá sería el momento de conseguir elaborar un método para doblegar a los militantes de la barbarie y la mentira destapando la mirada de cada uno de sus Testigos. Para abrir, en medio de las ruinas de una ciudad muda, la luz de una nueva conciencia desnuda, valiente, honesta, reparadora.

José Luis Campos



05 agosto 2025

Sobre el sufrimiento 6/8

Rincón con portal y sillas.
Acuarela sobre madera.
70x45. 2023

¡Cuánto me sugieren tus palabras! Me interpelan sobremanera. Empezaré por mi ausencia de estos días, mi tardía respuesta a tu anterior misiva. Lo inmediato te atrae y te atrapa; pero no es queja, es realidad, porque todo lo que vamos desarrollando, si ha sido integrado adecuadamente, hemos de poder expresarlo, darle cuerpo, en la vida diaria o cotidiana. He lidiado con la enfermedad, en este caso de otra persona y he lidiado bien. Será porque podía.

Vayamos por partes, querido amigo. Cuando hablamos del sufrimiento como dolor que se nutre de la ignorancia acerca de quien soy yo en el fondo, no necesariamente estamos situados en la psicopatología; esto sería en los casos más graves. No, hablamos de todos nosotros, incluidos aquellos que nos pensamos dentro de la “normalidad”, si es que esto existe, si no es algo construido socialmente. En donde hay sufrimiento hay ignorancia, en distintos grados, da igual los sujetos.

Y sí, es verdad que el contraste con lo que no somos introduce algún grado de neurosis en nuestras vidas. Pero lo grave, lo decisivo, comienza cuando nos creemos dicha comparación, cuando nos identificamos con el resultado de nuestra comparación –un día, José Luis, tenemos que hablar largamente del problema de la identificación–. Quiero decir que, hasta cierto punto, el comparamos es humano; necesitamos realizar juicios de valor: más-menos, mejor-peor, grande-pequeño, bueno-malo, bello-feo, etc. Es lo que Nietzsche llamaba “voluntad de verdad”, humana demasiado humana. Para orientarnos en la cambiante e ilimitada realidad de la existencia. El problema está en creernos nuestras propios juicios, hasta el punto de identificarnos con ellos: “yo soy eso”. Y yo, realmente, no soy eso. Una cosa es cómo soy, mis modos adquiridos de ser, y otra cosa muy diferente es quién soy yo, de veras, en lo profundo de mí, la fuente de esos innumerables y variables, también, modos de ser que puedo ir mostrando a lo largo de mi vida.

De manera que tan perdidos estamos cuando nos comparamos con lo que no somos que cuando nos identificamos con lo que creemos ser. Quizás, se trata de dos caras de la misma moneda. Y sobre esto creo que tienes razón: es imposible, además de nocivo y peligroso, basar nuestra existencia en el no-ser. Y tanto corremos el peligro de ser desdichados cuando tratamos de hallarnos en lo que no somos, como cuando nos atrincheramos en lo que creemos ser. Posiblemente, esto último, una consecuencia de ese mismo contraste, continuo y agotador.

Entonces, ¿cómo vivir mejor? ¿Cómo orientarse uno mejor en la vida? Desde luego, no desde esos juicios comparativos que siempre estamos haciendo, ya desde la cuna; porque, quienes nos educaron también procedían del mismo modo: vivían, no desde ellos mismos, sino desde una imagen de sí mismos, fruto del contraste o la comparación. Si ellos no se veían a sí mismos, ¡cómo iban a poder ayudarnos a que nosotros nos viéramos a nosotros mismos! El que educa (ni nadie) jamás puede ir más allá de las limitaciones de su propia visión de sí mismo, que marca la imagen de los demás y nuestro estilo de relación con ellos. Si yo creo que soy poca cosa o que no merezco ser feliz (o lo contrario), esto determinará mi valoración de los demás, que los vea como superiores a mí o más afortunados que yo (o lo contrario). Si nos comparaban continuamente, de pequeños, y no nos miraban a nosotros, no es difícil de comprender que nosotros lo hayamos seguido haciendo. No sabían, y no sabemos, ser/vivir de otro modo. ¿Y cómo no comprender que no nos hayamos ejercitado en el contacto con nosotros mismos, nuestra identidad o autenticidad? Eso que siempre va conmigo, una “soledad sonora”, una presencia callada, un silencio, desde donde emergen todas nuestras respuestas conscientes, creadoras, libres, únicas, si estamos atentos y abiertos y receptivos a ello.

Más que lo que quiero llegar a ser, llegar a ser el que se es. ¿Y cómo? Des-cubriéndolo y desarrollándolo (vale también viceversa). Pues en lo que soy realmente están todas mis posibilidades. Aquí, ahora. Es suficiente, para empezar, que cuando pienso, siento o hago algo, a la vez, esté muy atento y sea muy consciente de mí mismo: “yo que pienso, yo que siento, yo que hago... yo que miro, yo que entiendo, yo que camino, yo que me despierto... yo que hablo, yo que escucho...”. Vale así, por ahora.

Antonio Sánchez


25 julio 2025

Sobre el sufrimiento 5/8


Mario y Pedro trabajando

Óleo sobre tela 115x85 cm. 2023

Berto Martínez Tello


Creo que es muy interesante lo que dices sobre el sufrimiento: que se hace fuerte en la ignorancia de quién soy yo en el fondo, a través de un cinturón de creencias limitadas o erróneas (acerca de mí, de los demás, del mundo). Entiendo que estamos en el plano de la psicopatología.

Probablemente el problema es que construimos una imagen de quién somos comenzando por identificar qué es lo que no somos: Si soy hombre, no soy mujer. Si soy español, no soy coreano. Si soy profesor, no soy alumno. Si soy agnóstico, no soy creyente. Si soy humano, no soy animal. Y así comienza el error: enmascarando a nuestro conocimiento todo aquello que creemos no ser y despojándolo de valor frente a lo que nosotros creemos ser.

El engaño continúa hasta que ese cinturón de creencias nos va reduciendo a una triste sombra plana, descompuesta, sin fundamento. Porque es imposible fundamentar una existencia en el no ser.

Pero hay seres cuya sensibilidad trasciende esas fronteras. Es mucho más sencillo explicar un mundo en el que todo es blanco o negro que un mundo cuya escala cromática es ilimitada. El problema es que a quienes se salen del blanco y negro les vamos a repetir hasta la extenuación que su yo no entra en los estándares de la normalidad. Entonces, su sufrimiento es el producto de una intoxicación social.

Dices: la duda solamente puede ser el comienzo de una gran amistad con la verdad. He tatuado esta frase en mi corazón. Ya es parte de mí. Es un regalo de un valor incalculable.

Y es que la verdad nunca puede ser producto del miedo a cuestionar la norma. Me explico: si la norma es sagrada, nunca podremos trascender sus límites. Por tanto, lo único “anormal” es el dogma.

Tal vez la pregunta correcta no es quién soy yo, sino qué quiero llegar a ser.

José Luis Campos


15 julio 2025

Sobre el sufrimiento 4/8

Capileira al fondo de la sierra
Acuarela. 20x40. 2023
Berto Martínez Tello

Querido amigo José Luis, no sé qué puedo ofrecerte, que no puedas ofrecerte a ti mismo. Porque aquí, en este coloquio de amigos, hablamos de lo común, de eso que está en nosotros antes de nosotros, antes de nuestra individualidad separada, que nos acompaña continuamente, sin darnos cuenta, como la salud estando sanos o la belleza que no vemos hasta que caemos rendidos ante ella. Saberse uno eso, saborearlo, es conciencia de unidad. Ahí no cabe duda de que, por ejemplo, como dices, el sufrimiento y el dolor “no son lo que parecen ser”. ¿Y qué son? Según nuestra experiencia, son algo con lo cual podemos conocernos mejor, porque se nos impone, como la luz en los ojos; tanto el dolor como el sufrimiento serían dos grandes compañeros en esta singladura que es vivir. Por un lado, nos alertan cuando algo no va bien, nos dicen que tenemos que mirarlo, que es también mirarnos. Nos preguntan por la causa, para que no nos quedemos en los síntomas: que sufro, que me duele. Nos piden que miremos nuestro cuerpo (soma) o nuestra alma (psijé), que nos pongamos manos a la obra, a cuidarlos (cuidarlos es cuidarnos, y no otra cosa como, por ejemplo, cuidar de la imagen de lo que creemos ser). Y lo mismo hay que estar atentos a las heridas de nuestro cuerpo que a las heridas emocionales.

Por otro lado, es necesario poner aparte el sufrimiento. El sufrimiento no es el dolor; es un añadido mental al dolor: “esto no lo merezco”, “qué desgraciado soy”, “no puedo confiar en nadie”, “todo me sale mal”, “qué va a ser de mí”, y un largo etcétera en el que todos podemos reconocernos a menudo. El dolor es inevitable, el sufrimiento es evitable: se hace fuerte en la ignorancia de quién soy yo en el fondo, a través de un cinturón de creencias limitadas o erróneas (acerca de mí, de los demás, del mundo). Y esto requiere todo un trabajo filosófico de desbroce, de autoconocimiento.

¿Y la mentira? Ay, la mentira... ¡qué manera más suicida de engañarse a uno mismo! Ésta es la verdadera mentira. Pero, como dices, la mentira tampoco es lo que parece. Más que dudar, querido amigo, se trata de ver. La duda solamente puede ser el comienzo de una gran amistad con la verdad. Pues, tampoco instalarse en la duda nos saca de mucho aprieto, más bien nos consume, como una uva se pasa expuesta al sol. Más bien, la duda nos serviría para re-situarnos, apartado lo que no es (seguro, veraz, claro, distinto, como diría Descartes, el de la duda, no el dogmático), dejar paso a la comprensión, que no es un simple saber. Apartamos la vista de la oscuridad y nos dirigirnos al foco de la luz. Y cuando, así pertrechados, ponemos luz, entonces la oscuridad desaparece. ¿Y dónde está esa luz? La respuesta me parece ahora mismo muy clara: ahí, en ese “lugar” (que no es un lugar) desde donde estamos comprendiendo todo esto. Aquí y ahora. Esa conciencia que es autoconciencia. Los antiguos griegos, en general, la llamaron nous, los indúes atman, los estoicos “regente”, otros “conciencia-testigo”, pero no importan los nombres, sino la experiencia... y ahora mismo, lo estamos experimentando juntos, ¿no es verdad?

Así que ya tienes tu “Voluntad global”, dicha de otra manera. Pero todos los caminos llegan a Roma, si de verdad queremos llegar a Roma y no a otro sitio. Una voluntad transpersonal... puede ser. No importan los nombres, sino la experiencia, que podemos compartir. Porque no hablamos, claro, de experiencias subjetivas o individuales. Se vive individualmente, pero no es una experiencia individual. Si lo fuera completamente, no podríamos estar ahora mismo hablando juntos, dialogando, comunicándonos.

Nada, pues, de sinrazón, la vida es una construcción inteligente. No sería real, si no fuera inteligente. Si es, posee en sí misma su razón de ser, su valor, su realidad. Y nosotros, que nos creemos pobres seres humanos, tan solo necesitamos volver a conectarnos con esa realidad presente (esa conciencia de unidad que decíamos el otro día) para sentirnos vivos, momento a momento, como suele decir el sabio Krishnamurti. Nada es complicado desde este centro de nosotros. Todo se complica en la periferia, o digamos mejor, en la superficie de nuestra existencia cotidiana, con sus preocupaciones y conflictos, sus temores y deseos. Entonces, querido amigo, ¿es nuestro yo terriblemente insuficiente? Depende de a qué “yo” nos estemos refiriendo, ¿no es cierto? Dado que podemos experimentarnos de distintos modos y en distintos niveles. El mar puede estar embravecido en la superficie, buceamos entonces unos metros y descubrimos el mar en calma que siempre ha estado en calma. Descubrir la verdad (aletheia), decían los antiguos griegos, supone todo un trabajo para quitar lo que la cubre.

Salud es lo que te ofrezco, querido amigo, lo que me ofrezco a mí mismo. Salud para el cuerpo y salud para el alma. Que no te lo ofrezco, que ya está, que sólo la echamos de menos cuando creemos que nos falta, cuando sufrimos, viviendo ahí, dentro de esa conciencia de separatividad. Entonces: ¡salud, amigo! ¡Qué sabios que eran, los que se deseaban salud, cuando en el camino se encontraban!


Antonio Sánchez

01 julio 2025

Sobre el sufrimiento 3/8

Atardecer desde el Mulhacén
Óleo sobre madera 50 x 50 cm. 2022
Berto Martínez Tello

Me gusta este apunte final sobre la conciencia de unidad. Y me apetece tirar del hilo que me ofreces al abrazar el misterio, porque creo que misterio y duda van de la mano. No deja de ser una escapatoria plausible para quien busca el sentido de la vida y no acaba de entender qué pinta en todo esto el sufrimiento o la mentira. Quien duda, quien reconoce que no es posible comprender todo, puede plantearse que nada es lo que parece.

Por tanto, el sufrimiento y la mentira tampoco son lo que parecen ser. Reconozco que es poco bagaje para afrontar esta senda oscura, pero ahí es adonde puedo conectar con el hecho de sentir la conciencia de unidad, que no es otra cosa que la inconsistencia de la individualidad. Si yo no soy solo yo, si somos invariablemente un todo, el sufrimiento no deja de ser otra cosa que un contrapeso en un complejo sistema en el que suceden simultáneamente placer, dolor, alivio, pesar, vida o muerte.

Seguro que puedes darme algo de luz sobre todo ello. 

Era por eso que yo te planteaba la idea de una Voluntad global (no personal; no necesariamente buena o mala en un sentido humano). Una voluntad es un sistema y es una conciencia de sí, una razón de ser en sí. Lo contrario sería una sinrazón. No veo una cosmología regida por la sinrazón, ¿no te parece?

El problema es que, aunque la teoría pueda construir una estructura de pensamiento en la que colocar cada elemento de la experiencia en su lugar, el vivir se pone tozudamente complicado día a día. Necesitamos herramientas para superar la debilidad que significa afrontarlo todo desde un yo terriblemente insuficiente. Y a mí no me sirve la falacia de la egolatría, de la sumisión o del poder. Entraría en contradicción con la conciencia de unidad.

¿Qué puedes ofrecerme?


José Luis Campos


25 junio 2025

Sobre el sufrimiento 2/8

Calle silencio
Óleo sobre madera. 80x70 cm. 2022
Berto Martínez Tello

Estimado amigo José Luis, si quieres como yo quiero, hablamos. No seremos ningún alter ego, uno para el otro, sino dos amigos que tratan de pensar juntos. ¿Y qué puede salir mal? La amistad (o philía aristotélica) es la cosa más noble del mundo, porque piensan juntos los amigos sintiendo lo que piensan, desde un interés desinteresado. ¿Qué podría salir mal? Si humanos somos y hacia lo humano vamos...

Me preguntas (nos preguntas) si hubiéramos podido actuar de otra manera. No sé si te das cuenta de la pequeña locura que incluye esta duda. Y por lo tanto, su gran lucidez. Si hemos obrado así, si ya lo hemos hecho, no hubiéramos podido hacerlo de otra manera. En cada momento pensamos, hacemos, sentimos como somos capaces. No es posible de otro modo. Nuestro nivel de conciencia en cada momento, en cada decisión, es la que es y no cabe el lamento. Aunque tampoco la resignación. Hoy es siempre todavía, decía el Poeta. ¿Por qué no abrazar lo que hemos sido? O mejor aún: ¿por qué no abrazar lo que somos? Y comprenderlo, y amarlo. En esto el Nietzsche visionario atinaba una vez más: amor fati, la aceptación de lo que hay, sin esto no habrá nada nuevo bajo el sol, porque no habría ningún sol nuevo. Si no empezamos por ahí, querido amigo.

Lo mismo que tú, estoy cansado del ruido y de la falta de silencio, de la falta de intersticios, los huecos que nos den juego para poder vivir de otra manera. Y de las etiquetas simplificadoras, de las polarizaciones, cansado de ver cómo proyectamos fuera nuestras sombras y carencias, esperando que todo el bien nos venga dado u otros nos lo den. Ningún comienzo nuevo nos vendrá, como nunca nos ha venido, si no abrazamos el misterio, su presencia. Si no abrazamos el no-saber para saber; el no-hacer para hacer. Sin una actitud (un desde-donde miramos) diferente, me temo que continuaremos dando vueltas dentro del mismo círculo. Asumir que la rosa es sin porqué, que florece porque florece, nos dejaba dicho el místico Angelus Silesius. Un cielo que no puede ser explicado, porque ha de ser contemplado y realizado primero dentro de uno mismo.

El cielo estrellado sobre mí y la convicción moral en mí; estos dos misterios movían en Immanel Kant su reflexión. Por lo que veo también a nosotros, que estamos dialogando. Dejémonos incitar e incitaremos. Porque nuestro poso, como seres humanos, es común. ¿No tendríamos que partir también de ahí? ¿Sentirnos frutos separados, adónde nos lleva, a qué mundo nos está llevando? Solamente hay que mirar alrededor... Va mal el mundo y se avecinan tiempos oscuros, lo peor de la Historia (que se repite y se repite, que se convierte en una huida permanente, si no nos miramos), lo peor puede concitarse para que nos estrellemos, y no precisamente contemplar las estrellas. Está convencida Mónica Cavallé, y yo con ella, quizás tú también, de que la vida buena, que incluye el autoconocimiento y la autorrealización, supone el tránsito desde una “conciencia de separatividad” a “una conciencia de unidad”. Comprendido esto y ejercido, ¿qué nos podría salir mal?


Antonio Sánchez



18 junio 2025

Sobre el sufrimiento 1/8


Calle Cerezo en luna llena
Acrílico sobre madera. 110 x 75 cm. 2020
 Berto Martínez Tello

Hace mucho tiempo que no escribo, amigo mío. Será porque las cosas se están poniendo feas por doquier. Casi siempre guardar silencio es la mejor manera de no perder los papeles. Pero el caso es que no dejo de pensar qué estamos haciendo mal. Porque uno ya tiene una edad y un bagaje tras de sí, y no acaba de estar claro si pudimos haber obrado de otra forma que hubiese sido más oportuna, más acertada.

Reconozco que estoy un poco harto del ruido, de las aglomeraciones (aunque sean virtuales); de reduccionismos de blanco o negro, de amigo o enemigo, de nativo o inmigrante. A veces, cuando las luces de los artefactos que cruzan el firmamento me dan un respiro, puedo observar todavía la inmensidad de un cielo que merece no ser explicado, un cielo que inspira el noble arte de la duda. Y así es como he llegado a este punto, con muchas preguntas sin respuesta aparente; con la necesidad de encontrar un alter ego que acepte el reto de un diálogo sincero, sin pretensiones. Ya me conoces. Un poeta que se siente filósofo llama a las puertas de un filósofo que se siente poeta. ¿Qué podría salir mal?

Ese cielo nocturno es el comienzo, una zona de desarrollo próximo, como diría el bueno de Lev Semyonovich Vygotski, donde la duda comienza a florecer en un hermoso y fértil aprendizaje. Para empezar, esto es lo que quiero decir: ¿por qué reducir todo eso a un simple dualismo entre materia y energía? ¿Acaso no sería más razonable pensar que tiene que haber un propósito? No hablo de simples dioses, no. Tenemos la mala costumbre de personificar ciertas cosas y eso induce a error.

Tal vez todo tendría más sentido si supiéramos que, además de materia y energía, hay voluntad, ¿no? Materia, energía y voluntad.


José Luis Campos